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Una breve visión de la Calidad en el sistema educativo:


Para empezar, quisiera matizar lo que se conoce como “calidad en el sistema educativo”: La calidad es un concepto que se ha tratado de forma errónea muy a menudo, asociándose a papeleo y burocracia, y está asociado a algo bastante diferente, pero que por su complejidad poca gente entiende y sabe trabajarlo bien, dando lugar a, en efecto, esa carga de trabajo pesada e inútil que todos hemos sufrido, más aún si encima te la exigen desde una inspección.

La calidad es todo lo que somos, tenemos, hacemos y desarrollamos para satisfacer a los grupos de interés que interactúan con nosotros en nuestro día a día. La calidad es conseguir hacer feliz a la gente. Punto.

Si nuestro cliente o nuestro alumno percibe que el trato es adecuado, seguro que estará más contento y entenderá que tenemos una gestión más exigente en su trato.

Todos hacemos cosas en nuestro día a día y dan ciertos resultados, por esa razón no me gusta hablar del término calidad sino de gestión. Y acorde a ésto realmente todos tenemos un nivel de gestión o un grado de calidad. Lo que pasa es que las cosas que hacemos y los resultados que obtenemos difieren, y que hay formas de hacer las cosas más eficientes y eficaces que otras.

Y ¿cómo les hacemos felices? Pues cumpliendo sus expectativas subjetivas, que hemos concretado en requisitos objetivos, que a su vez conforman nuestros objetivos de trabajo. Cuanto más sepamos orientar nuestras acciones a esos objetivos de trabajo, más estaremos trabajando alineados con su satisfacción.

Y aquí llega el tema, en el sistema de gestión de una organización cualquiera, hay diferentes elementos que conforman algo que podríamos llamar los elementos básicos para hacer y aprender a hacer bien tu trabajo: me estoy refiriendo a cómo planificar, cómo ejecutar, cómo medir el desempeño y cómo mejorar lo que has hecho.

¿Dónde se suele organizar esta información? En la estrategia del centro, su plan operativo anual con el resto de planificaciones por procesos, la propia gestión por procesos, el sistema documental incluyendo los documentos de registro y otros documentos más específicos de cada sector.

Si no tenemos la información organizada en estos compartimentos, no tenemos un orden claro y la organización probablemente esté avocada al fracaso. Ésto no se ve claramente en el sector social porque no es muy competitivo (y menos si depende del estado, que les da bastante estabilidad), pero cualquier empresa que quiera sobrevivir y crecer tiene claro que debe montar su propio sistema de gestión y definirlo de manera formalizada.

La idea que quiero transmitir es que, con un sistema de gestión bien montado, ágil, eficaz y eficiente, ¡trabajar es lo más cómodo del mundo! Pero si se monta mal, cada persona hace las cosas a su manera, se repiten documentos porque la información no se integra automatizada o hay fallos de transcripción, el resultado son un montón de trámites burocráticos que solo nos estropean el día.

Consejo de consultor y gestor en sistemas de gestión: siempre hay un sistema de gestión implantado (sino la organización ni funcionaría), otra cosa es que esté más o menos formalizado, búscalo desde el primer día y encuéntralo. Quizá únicamente esté en la cabeza de tu jefe, o en la del superior a tu jefe, en cuyo caso, hazle saber que necesitas tener claro tu trabajo y proponle tú mismo formalizarlo por escrito. Vale la pena conocer cómo se trabaja en una entidad, mucho más que el esfuerzo que se puede tardar en darle forma. Y si ya lo tenéis formalizado, dedícale los primeros días a empaparte de él todo lo que puedas, porque es más importante que sepas trabajar dentro del centro a que seas brillante por separado, te va a ahorrar muchos problemas y saldrás airoso de muchos roces con otros compañeros menos profesionales.

¿Por qué escribirlo? Porque hay gente que cree tener las cosas en la cabeza, pero no es lo mismo tener las ideas que saber darles forma práctica. Al escribir las ideas se reflexionan y se analizan más, se concreta de lo abstracto a lo importante. Pide que la gente escriba. Además, por escrito y firmado, no hay margen de dudas ante lo que debes hacer y nadie puede cuestionar tu trabajo. Es garantía y registro de tu desempeño y esfuerzo.

Como en este sector está bastante mal visto la gestión exigente (o “empresarial” como la oirás llamar erróneamente, utilizando la raíz de empresa de una forma injustamente despectiva) es posible que nadie te apoye en estos temas, salvo una persona, y esa persona es el temido inspector de calidad.

Pero el objetivo de ese malvado inspector de calidad es ayudarte a hacer tu trabajo: te va a pedir las herramientas que hemos comentado antes para asegurarse de que puedas afrontarlo con éxito, porque si no las tienes posiblemente realices tu trabajo de una forma desorganizada y no logres cumplir tus objetivos educativos, siendo una rémora en el sistema educativo. Como evaluador y auditor, todavía no he conocido a ningún otro compañero de trabajo que vaya con malas intenciones, es importante que pensemos que el sistema intenta ayudarnos en vez de estorbar.

Dado que hay todo tipo de profesionales (y bastante malos en gestión en el sector social) y viendo que la educación es un punto clave en el desarrollo de la sociedad, el estado ha decidido obligar con normativa mínima e inspecciones de la misma. ¡El contenido de esta normativa no es otro que montar un sistema de gestión con los objetivos mínimos de los docentes! ¡Pero es que incluso si no estuviera, habría que montarlo al empezar a trabajar!

¿Por qué planificar, medir y evaluar sacando acciones de mejora si solo me pagan por hacer cosas? Qué pérdida de tiempo, ¿verdad? Se ha demostrado en estudios de más de 400 organizaciones que una persona que invierte un 40% de su tiempo de trabajo en estas tres acciones es al final del día un 16% más eficiente que otra que dedica el 100% a hacer cosas. Sorpresa, planificar no es perder el tiempo si se hace bien, es una inversión de tiempo. Si estás agobiado, planifica y mide. Todo lo que no midas, no puedes detectar si lo estás haciendo mejor o peor, por lo que posiblemente seguirás esforzándote ineficientemente y cansándote tú solo.

Y aquí viene el problema: quien diseñó esa norma, sabía mucho de leyes, un poco de educación y le sonaba lo que era la gestión. La LOE y la LOMCE contienen algo que se parece a un intento de integración del modelo EFQM de excelencia europeo y una norma ISO9001 de calidad adaptadas a un centro educativo. Es verdad que ambas regulaciones intentan ser genéricas y abiertas para que cada organización pueda hacer las cosas de la forma que ella considere, pero la legislación no es que sea abierta, es que es un batiburrillo de ideas que no da base a casi nada.

Un sistema de gestión se basa en una orientación a objetivos. Estos objetivos tienen que tener una cualidad (cantidad de alumnos por profesor en clase, puntos que sacan en una nota… o en relación a aprendizajes: % de veces que resuelven un tipo de problema con éxito, cantidad de orgánulos que identifican al microscopio…) y un componente que marca el nivel de exigencia, que pocas veces puede ser algo más que una magnitud (según lo mencionado anteriormente: 30 alumnos por cada profesor en clase, sacar un 9, resolver el 80% de las veces el tipo de problema, saber identificar 4 orgánulos al microscopio). Y como una componente es una magnitud, es necesario medir para saber si cumplimos con el nivel de exigencia.

¿Por qué necesitamos urgentemente un nivel de exigencia? Porque si no, por muy cualitativos que seamos, no tenemos forma de decir que estamos progresando hacia delante, o sí, pero puede que a pasos agigantados o a una velocidad irrisoria. No nos da seguridad de la eficacia de esas acciones y no nos permite ni compararnos con las personas más aventajadas que nosotros ni ver cómo progresamos. Esto es algo importantísimo hablando de desarrollo y no hay manera de comprobarlo cualitativamente. Es por eso que luego en informes de comparación, damos resultados muy por debajo de lo necesario.

¿Qué han hecho en la normativa? Repito, una chapuza: han cogido el nombre técnico de los resultados mínimos con los que nos quedamos satisfechos al perseguir los objetivos que se emplea en calidad (estándares de calidad) y, asociados a los objetivos de educación (que suponemos que son los contenidos) han definido otra categoría que han llamado estándares educativos, asumiendo que son los mínimos conocimientos exigibles para darse por satisfechos respecto a los objetivos.

Estos estándares educativos no están alineados cualitativamente con los objetivos de educación (puedes encontrar en objetivos: “1. Iniciación a la metodología científica.” Y en estándares cosas como “1. Utilizar adecuadamente el vocabulario científico en un contexto preciso y adecuado a su nivel.”)

Sí, vale, vemos que hay relación. Pero ¿no habría sido más fácil decir: objetivo: “Sabe definir y emplear las 50 nuevas palabras del tema x” y estándar: “Sabe definir y emplear al menos 25 de las 50 nuevas palabras del tema x”?

La mayor calidad se obtiene manteniendo las cosas simples. Asumiendo que un tema complejo no se puede simplificar, lo que se demuestra es que no se controla el tema.

Mi conclusión es que, aun siendo verdad que es un tema complejo, para implantarlo y exigirlo debe estar bien formalizado y bien explicado. Y no está ni lo uno ni lo otro. Para que se formalice bien, la persona que hace la norma debe saber de leyes, de gestión y de educación (un perfil que probablemente pocos tengan) y para explicarlo bien hay que hacerlo sencillo, con los menos elementos cualitativos variables posibles.

Sólo si mejora la normativa (ya que en este mundo profesional, la ley es el motor del cambio, no tanto la exigencia con el propio trabajo) se puede optar a un cambio en la percepción de las personas de este sector con respecto a la calidad. La otra opción pasa por impartir formación de temas de gestión a los profesores (algo que me parece muy útil en cualquier profesional), pero que no se va a dar por su coste particular.

Por esta misma razón, mi proyecto fin de máster estará orientado (si me dejan los profesores) a buscar una manera de simplificar la legislación e integrar una gestión ágil y eficiente de nuestro trabajo. Creo que ahora que tengo alguna pincelada del trabajo de docente y sé lo que necesita, si consigo extrapolar un modelo más sencillo que presentar a la administración, quizá pueda fomentar un cambio positivo del sector.

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