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Presentación: Mi historia


Me parece que lo primero es presentarme y poner un poco en situación toda esta reflexión que vamos a realizar en el blog. Me llamo Daniel Álvarez, tengo 28 años y voy a ser profesor.

A modo de breve resumen, nací el primero de dos hermanos en una familia bastante conservadora y bien posicionada. Mi padre es un referente a nivel europeo en el sector en el que trabaja y mi madre ha seguido la profesión más común en mi familia, que es la de ser maestra de escuela. Se conocieron en el instituto y empezaron a salir en la universidad. Familia católica muy practicante. Creo que hay pocas familias mejor estructuradas. Nunca nos ha faltado de nada y creo que realmente he podido disfrutar estos años bajo el techo que me han proporcionado.

Fui estudiante durante 13 años en el colegio donde mi madre impartía clase, por lo que para mí fue mi segunda casa. Los profesores eran amigos de la familia con los que a veces hacíamos escapadas los fines de semana. Era bastante travieso y a veces acababa castigado o suspenso, pero nunca vi a los profesores como enemigos, más bien, entendía su postura como semejantes a la figura de mi madre y un apoyo para continuar.

Mis padres intentaron calmar mi exceso de energía y me apuntaron a karate a los 5 años. Este fue un punto crítico en mi desarrollo porque los Bu-Do (el karate no es sólo un arte marcial) fortalecen a los practicantes con un “camino” o “filosofía de vida” rica en valores y principios. Como podréis imaginaros, al trabajar un camino marcial durante más de 20 años (y lo que me queda) muchos de los preceptos de dicha forma de vida consiguen transcender en la vida del practicante.

Me aconsejaron que para profundizar mis conocimientos en el karate me sacara una titulación de monitor y empezara a dar clases, e hice bien siguiendo dicho consejo. En los años que estuve impartiendo clases extraescolares descubrí que la docencia era muy gratificante y fue la primera vez que me plantee ser docente de profesión.

Estudié ciencias ambientales en la facultad, eligiendo dicha carrera únicamente porque para mí era importante profundizar en el conocimiento del universo y todas sus ciencias: matemáticas, física, química, biología, geología…; Si bien es verdad que es una carrera criticada por no especializarse en nada, también es verdad que es la única hasta la fecha que toca todas las ciencias y permite su interrelación. Sinceramente, estoy orgulloso de ser ambientólogo, aunque sea un perfil no demandado que no reconozca ni el corrector ortográfico.

Continuando con el argumento anterior y dado que hay una necesidad imperativa para comer, me vi forzado a especializarme eligiendo un máster en sistemas integrados de calidad, medio ambiente y riesgos laborales. Y este fue otro punto importante en mi carrera porque me puso en contacto con los temas de gestión “de calidad”. Desempeñé varios trabajos como responsable de un par de sistemas de gestión empresariales y me volví una persona que reconocía el valor de la metodología.

Entonces ocurrió que hubo una vacante en una consultoría de gestión y para mi sorpresa demandaban un ambientólogo que supiera de gestión empresarial. Las consultorías son lugares que tienen algo único, y es que su forma de sostenerse se basa en guardar y disponer de mucho conocimiento, por lo que fue una época de aprendizaje. Ésta en concreto, especializaba su trabajo asesorando con EFQM (European Foundation for Quality Managment), que es el modelo de excelencia en gestión europeo más completo hasta la fecha.

Nuestro mayor volumen de clientes en consultoría eran sobre todo fundaciones o ONGs que trabajaban en el tercer sector. Este sector tiene un problema importante, y es que está muy desorganizado a nivel de gestión. Es por ello que la administración ha resuelto incorporar en los criterios de evaluación para conceder becas la disposición de certificaciones de su sistema de gestión, así pues, coordinaba mi trabajo con los clientes realizando áreas de mejora que fueran útiles en su trabajo del día a día.

Además, entre las muchas funciones que desempeñaba como consultor, la que descubrí que más disfrutaba era la de impartir la formación que fuera demandada. Y fue en este punto fue en el que me decidí a ser docente.

A imitación de mis compañeros de trabajo, saqué una titulación como Evaluador Básico de EFQM con la que podría empezar a realizar oficialmente evaluaciones a organizaciones.

Cuando el volumen de trabajo disminuyó me enfoqué a lograr mi nuevo desafío y decidí comenzar el máster de formación del profesorado, que era requisito indispensable para dar clase. Durante este tiempo, mi alarma de consultor se ha disparado al comprobar lo inadecuado de la normativa legal y el nivel de exigencia en la gestión que se exige, enseña a docentes y se acepta como válida en el sector educativo.

También he percibido cierta incoherencia entre las ganas de transmitir valores por los futuros docentes con una baja reflexión de ellos. Aunque nunca he querido ser una persona inconsciente de las cosas que valora, creo que es responsabilidad de una persona que va a ser ejemplo de una forma de vida el intentar analizar en profundidad dicha forma de vida.

Por ser algo más positivo, he de decir que desde el primer día me he sentido identificado con las ideas y personalidades que he conocido en el máster, a un nivel en el que ningún otro trabajo ha conseguido llegar. Creo que en este tiempo he confirmado que tengo vocación más allá de sólo intuirlo.

Mis futuros objetivos profesionales pasan por aprobar la oposición y dedicarme unos años a la docencia de biología y geología, sin dejar de compaginar mi trabajo puntual como consultor en gestión. Y quizá, y solo quizá, presentarme a inspector del sistema educativo, con lo que es posible que mi visión de evaluador pueda mejorar algo el sistema actual, que lo necesita bastante.

Y de aquí en adelante... ¡será historia!

 
 
 

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