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Mis fines educativos: "Make gentle the life in this world"


Creo que el objetivo detrás de todos los demás que da valor a la vida es que la persona se sienta feliz, y por ello debe poder desarrollarse al menos hasta el punto en que cada persona esté capacitada para darse cuenta de cuáles son sus necesidades, cómo poder satisfacerlas y cómo poder obtener las herramientas para poder ponerse a satisfacerlas.

Según Maslow, las personas de una forma consciente o sin darse cuenta van generando cada vez más necesidades para ser felices. Empiezan en un nivel con necesidades básicas y a medida que se van cubriendo, experimentan la necesidad de otras nuevas más complejas.

Hay filosofías que buscan la felicidad, no en satisfacer cuantas más necesidades mejor, sino en evitar la creación de necesidades, pero desde un punto de vista educativo no me queda más remedio que rechazarla ya que la educación es desarrollo y crecimiento, lo que implica nuevas experiencias y nuevas expectativas.

Las necesidades, sobre todo aquellas que nosotros creamos y que al final nos vienen dadas en forma de expectativas, las podemos concretar en requisitos para convertirlas en objetivos con los que podemos trabajar de una forma no subjetiva y consciente. Este es el primer paso para tomar las riendas de una vida plena, libre y consciente.

Mi opinión se fundamenta en que ya que hacemos cosas, lo suyo es que una persona inteligente no las haga porque sí, sino que todas las acciones que realicemos deben estar encaminadas a lograr sus objetivos. Por ello, con un objetivo en mente, las acciones que realizamos dan resultados útiles que nosotros percibimos de una manera más o menos satisfactoria.

Según este argumento, si queremos ser felices debemos cumplir aquello que nos hemos marcado como objetivo. Y a veces no se cumplirán porque las acciones que llevamos a cabo no serán eficaces, o costarán mucho de alcanzar porque no son eficientes. Aquí es donde entra en juego la educación: la educación no deja de ser una herramienta y un medio para que la persona pueda alcanzar sus objetivos, y por tanto ser feliz, de una forma más eficaz y eficiente.

La educación da coherencia a la forma de vivir asimilando ciertos valores que se empezarán a detectar como correctos, amplía el espectro de decisiones y oportunidades aprovechables y mejora nuestro análisis de la vida permitiendo discernir una mejor toma de decisiones.

El aprendizaje de una persona no debe ser solo una capacitación para poder obtener un trabajo (que no deja de ser una herramienta imprescindible para poder satisfacer necesidades básicas y de realización personal), sino un medio para que pueda desarrollarse en todos sus aspectos; implica crecer en valores, experiencias, conocimientos, habilidades y capacidades.

En definitiva, la educación capacita a la persona para que pueda ser feliz. Si consideramos la felicidad como el valor central de la vida, la educación es el soporte que permite el desarrollo digno de la vida.

Y yo, como persona y en la figura de responsabilidad de un educador, es lo que pretendo: que las personas que pasen por mi cuidado puedan desarrollarse de forma independiente según lo que ellos decidan y hasta el punto en el que lo necesiten para que puedan ser felices.

Pero la felicidad es, cuanto menos, complicada. Es personal, percibida, puntual, caprichosa y variable. Al final, requiere de formación, esfuerzo y dedicación personal. Sin unos valores determinados, la felicidad individual parece difícil y ya si deseas vivir en sociedad (algo que suele apetecer a la mayoría) con la elección de valores individuales de cada uno, el tema parece que se vuelve imposible. Pero tengo “suerte”, porque mis valores personales han sido diseñados precisamente con la felicidad en el centro, asique ésto es lo que puedo aportar con mi ejemplo.

Conseguir un mundo más feliz es un desafío solo posible si hay una voluntad bondadosa, un enfoque inteligente orientado a conseguir resultados, una disciplina de mejora continua (excelencia), una amabilidad, cooperación y respeto a las personas, a la palabra dada y a lo que hacemos; y, por supuesto, optimismo de cara al futuro.

Al final, mis objetivos como docente no consisten únicamente en inculcar conocimientos de mi materia, sino en enseñar ciertos valores a mi alumnado precisamente porque esos valores están orientados a la capacitación para ser feliz, algunos de los cuales justificaré en las siguientes entradas.

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