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Mis valores educativos: la Justicia Empática:


Es la capacidad para valorar y obrar en función de la percepción y situación de todas las partes interesadas para lograr el bien.

Hay muchos conceptos de justicia en el mundo, cada persona debe creer en el suyo según lo entiende. Yo entiendo que las personas deberían juzgar desde los valores del objeto del juicio.

Entiendo que la sociedad no haga ésto y juzgue conforme a los de su persona, por comodidad o por no plantearse que existe otra forma de hacer las cosas. Y no soy quien para dictaminar que esté mal: los juicios de valor (obtener una impresión de una algo o evaluar un comportamiento) vienen innatos evolutivamente, para conseguir información del medio, procesarla y sobrevivir; Cuestionarse y anular la mayoría de los juicios personales es un pensamiento opuesto a lo instintivo.

Si preguntamos acerca de la regla de oro del trato con justicia, lo más probable es que oigamos lo siguiente: “trata a los demás como querrías que te trataran a ti” o “no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. Esta regla se encuentra bajo distintas formulaciones en prácticamente todas las culturas, religiones o filosofías, como una regla fundamental. Está socialmente aceptada, y aquí está el primer problema: aunque dicho tipo de justicia sea efectiva en un 97% de los casos, hay un volumen que se queda sin comprensión. Y la justicia, o alcanza el 100% de los casos, o por definición no es justicia porque es injusta.

El segundo problema es que esta justicia empática requiere de una condición: entender al otro. Y es una condición tremendamente complicada: conocer los valores de una persona, sus condicionantes, su historia, su manera de pensar y sus intenciones requieren tanto de unas capacidades de escucha y percepción (que no todas las personas poseen), como de un esfuerzo de comunicación de las mismas (que tampoco se suele dar ante extraños).

Por eso, muchas veces diré que casi nadie puede juzgar a otra persona. Es más, si te empeñas en juzgar existe la posibilidad de equivocarse. ¿Se debe hacer? ¿Quién tiene la autoridad para hacerlo? Pues creo que aunque sea complicado actuar así, se debe perseguir esta línea de actuación cuando el daño al juzgar sea menor que la resolución de no tomar ninguna decisión o cuando la persona que juzga considere y de permiso al juez porque considere que ya tiene suficiente conocimiento y comprensión de su vida para hacerlo.

Claro, me vais a decir que una sociedad empática regida por códigos de conducta empáticos personales parece una utopía. Pero para eso está la educación, ¿no? Quizá no sea un resultado que nosotros lleguemos a ver, pero la historia nos demuestra que muchos ideales han ocasionado revoluciones sociales, y ésta podría ser una de ellas.

Hasta ahí mi concepto de valorar con justicia. Pero cualquier acción debe perseguir un fin, y si el objetivo de la justicia es buscar la felicidad, tiene que llevar asociadas unas acciones justas desencadenadas por dicha valoración.

Estas acciones que establecen justicia deben ser correctivas (buscando una compensación en aquellos aspectos que han sido dañados y que impidan a los sujetos ser felices) y preventiva (basándose en los procesos de enseñanza para cambiar comportamientos y procurando cuando se puedan que sean educativos en valores si el sujeto puede recibirlos), pero nunca debe castigar o limitar la libertad personal.

Repito que no es una justicia de la que emane una furia vengativa y recta, sino una compensación que nace de la bondad y la compasión de las personas.

En otras palabras, y relacionándolo con el concepto de igualdad:

Yo no entiendo por justicia buscar la igualdad de resultados para todos, sino buscar el bien para todos, un fino matiz en que deben tener en cuenta las acciones que se plantean. Buscar el bien para todos es permitir que cada uno pueda ser feliz y se desarrollen de la manera que elijan, no asegurar que sean felices como resultado. La felicidad es una responsabilidad personal e intransferible de cada uno, lo que el resto de personas podemos hacer es ser compasivas y decidir ayudar a quienes lo tienen más difícil.

Muchas veces, desde un punto vista propio es más cómodo entender (o no se entiende de otra forma) que todos somos iguales y hacemos, sentimos, pensamos y estamos condicionados- y por tanto merecemos- un trato justo de la misma forma. Yo he rechazado la igualdad entre personas por la aceptación y empatía con las mismas, y el procurar dar un trato diferente a cada uno, más personalizado según lo que perciba que ayude a cada persona.

Decir que las personas son iguales es una mentira, no lo son: cada una tiene sus capacidades, sus puntos fuertes, sus puntos débiles, sus gustos, su personalidad, sus experiencias… Tanta diversidad es lo que nos hace especiales, extraordinarios y únicos. Creer que todos merecemos el mismo trato o que haremos lo mismo con nuestra vida implica pensar que no tenemos ninguno de esos matices que nos diferencian.

Pero aunque no creo en la igualdad entre personas y los resultados que obtienen, sí creo en la igualdad de oportunidades y que luego cada uno con esfuerzo y dedicación alcance lo que le corresponda. No porque procurar una igualdad de oportunidades sea una obligación social, sino porque las personas eligen ser compasivas entre sí.

LA BÚSQUEDA DE LA JUSTICIA COMO FIN EDUCATIVO:

La escuela debería de ser un sitio para desarrollar personas diferentes, por tanto es el primer sitio donde deberíamos fomentar la diversidad y las elecciones personales de cada uno, empezar a conocernos entre nosotros y a comprender y valorar que hay más percepciones que las propias y que, para actuar, se debe tener cierto criterio moral.

Que entiendan que cada persona tiene sus propios objetivos y que uno de estos criterios para tomar acciones puede ser precisamente ayudarles alineándolos con los tuyos propios. Que entiendan que el esfuerzo y la dedicación son necesarios para ser feliz y que dicha felicidad se trabaja, no viene por derecho social.

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